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Isabel Inés, Ludita:«Detrás de lo que diseñamos hay personas que lo agradecen»




El diseño de productos digitales pasa por mostrar el lado más humano de la tecnología, de todo ello sabe mucho Isabel Inés, Ludita, con quien hoy conversamos.


Isabel Inés es una diseñadora atípica. Especializada en diseño de productos digitales, compagina la labor de diseño en Ilios con la dirección de La Nave Nodriza, una escuela igualmente atípica donde lo importante es aprender haciendo.


Para empezar, si hay algo que prevalece en su modus vivendi es la pasión que pone en todo aquello que hace. «Me apasiona el diseño, me apasiona pasar una y otra vez por estos procesos; me apasiona empezar en un entorno de incertidumbre, despejar y acabar creando algo», nos dice. Un dato que comprobamos de inmediato en nuestro particular juego de preguntas-respuestas. Inmediatamente nos contagiamos de sus pensamientos, inquietudes y su pasión por la creatividad y el diseño, como viene sucediendo a los alumnos que pasan por las aulas de La Nave Nodriza.


¿Cómo entró el diseño en tu vida?


Estudié Publicidad y Relaciones Públicas, pero casi me da hasta vergüenza decirlo porque aprobé sin prácticamente ir a clase; me aburría tanto que me pasaba la vida en la cafetería y en cuarto de carrera monté mi propio estudio de diseño con mi hermana. Esa fue mi primera experiencia profesional. Ahí estuvimos cinco años y aprendí muchísimo; de hecho, lo dejamos porque nos iba tan bien que teníamos que dejar de diseñar para llevar temas más empresariales. Finalmente, decidimos vender el estudio precisamente a uno de nuestros clientes.


En cierto modo, ellos quisieron que yo me fuera a su empresa, llevara la cartera de clientes y aplicara todos mis conocimientos de diseño de productos digitales. Estuve otros cinco años con esa gran corporación, donde fui la primera diseñadora. Monté un equipo horizontal de diseñadores web —que era como nos llamábamos entonces—.


«Ahí fue cuando entendí ya que lo que aportábamos la gente de diseño al producto digital no era tanto el beautificar —que era lo que te pedía un gerente en la empresa—, como el poner sensatez y pensar en la visión de usuario».

A mí me llegaba todo en html y luego me decían, ‘ahora beautifícamelo’, cosa que no debía ser así, porque yo debía haber estado en el inicio del proyecto, en las primeras reuniones donde se toman muchas decisiones que a veces llevan a que el usuario se vuelva loco. Ahí es donde me empecé a interesar en el tema de la usabilidad, la experiencia de usuario.


¿De qué fechas estamos hablando?


Te estoy hablando del año 2002. Ahora estamos muy familiarizados con el término, pero en aquella época éramos unos outsiders. Por aquella época los que nos dedicamos a eso que llamábamos usabilidad y experiencia de usuario, nos juntábamos una vez al mes para llorarnos los unos a los otros [comenta entre risas]. Tanto que al final acabamos por crear una comunidad profesional maravillosa que a día de hoy ya no existe, pero es una gran inspiración para la comunidad que hay en torno a La Nave Nodriza.


Y ahora, ¿en qué faceta te sientes más cómoda, como diseñadora o como formadora/directora en La Nave Nodriza?


Para mí son dos facetas súper complementarias. Mi ocupación principal es La Nave, digamos que al 75% aproximadamente del tiempo. Pero yo necesito seguir haciendo proyectos, porque sobre todo soy diseñadora y en el mundo de lo digital no puedes dejar de seguir haciendo proyectos o te quedas obsoleto.


Por un lado, Ilios es un equipo de profesionales a los que admiro; me parece fascinante poder hacer proyectos juntos. Y por otro, La Nave Nodriza es otro gran equipo de profesionales donde todos venimos del diseño y donde además, todos los proyectos que aprendemos haciendo fuera de la escuela, nos los llevamos con nosotros para crear experiencias de aprendizaje. Porque hay que seguir tomándole el pulso a la realidad.

Por ejemplo, los proyectos en los que yo participo ahora en Ilios son mucho más estratégicos.


En definitiva, estás aplicando metodologías y estás pasando por un proceso de diseño, y ese mismo trabajo también enriquece lo que posteriormente pasa en La Nave.


Si tuvieras que elegir una palabra para definirte profesionalmente, ¿cuál sería? ¿Por qué?


Ludita, que es el nombre por el que se me conoce digitalmente. Además, la historia de donde el nombre surge es muy bonita. Llevo tanto tiempo trabajando en el mundo digital, que antes no había presencia personal en Internet. Inicialmente, en Internet, solo tenían presencia las webs pero no las personas. En esa época me creé un blog, y como yo soy muy poco tecnológica tuve que pedir ayuda a mis amigos. Fue entonces cuando uno de ellos me dijo: «tú eres una Ludita». Y me explicó lo que significaba la palabra, un término que venía de la revolución industrial de Ludd, un señor que se dedicaba a rebelarse y destrozaba las máquinas, y me encantó. Ahora, por extensión se llama ludita a la gente que no es muy tecnológica. Desde entonces es el único alias que he tenido en Internet.


«Es interesante porque dentro de mi entorno más normal yo soy súper tecnológica, pero luego soy muy analógica».


Yo siempre digo que cuanto más digital soy, más analógica me siento. Si me vieras ahora, estoy dibujando en un cuadernito, tomando notas, etc. Soy muy analógica.


Soy inquieta, creativa y estoy muy volcada en el lado humano. Me gusta mucho más eso que el lado económico o empresarial. Soy humana por definición, por mi forma de trabajar. Me gusta poner a las personas en el centro siempre.

¿Cómo diste el salto al diseño de productos digitales?


En esa primera empresa que monté con mi hermana nos dedicábamos sobre todo al branding y al diseño editorial. Y teníamos un cliente que hacía proxys, que era un producto digital que se vendía dentro de disquetes. Nosotras le hacíamos la imagen, el packaging, la maquetación de los manuales, la publicidad, y a ellos les empezaron a contactar clientes para que les hicieran la página web. A partir de ahí abrieron una nueva línea de negocio que no era la principal, pero les estaba desbordando. Y nos propusieron enseñarnos gratis a diseñar páginas web a cambio de que pudiéramos asumir esa parte del negocio que les estaba entrando.


Con ellos aprendí a diseñar webs y monté el departamento de diseño web dentro de Tisana, que era mi empresa, y en menos de dos años ya habíamos contratado a dos personas que estaban diseñando conmigo llegando a cubrir el 50% del volumen de facturación.


El lema de La Nave Nodriza es: «La escuela donde nos hubiera gustado aprender a diseñar y donde aprendemos enseñando». ¿Qué es lo que te hubiera gustado aprender y que no te enseñaron en la escuela?


Con 18 años no estaba preparada para elegir mi futuro profesional, pero elegí estudiar publicidad porque me parecía una profesión creativa. Lo único que tenía claro de cara al futuro era que me quería dedicar a algo creativo. Pero llegué a la facultad y éramos ciento y pico personas sentadas en una silla donde teníamos clases de creatividad en las que incluso nos dictaban los apuntes.


También que me transmitieran la pasión por el trabajo. Y, sobre todo, en diseño, me hubiera gustado que me mostraran que tiene mucho sentido esforzarse para conseguir que las cosas salgan bien, porque detrás de lo que diseñamos hay personas que lo agradecen. Me hubiera encantado también que viniera gente a contarnos su experiencia, me da igual que llevara dos años, cinco años o 10 años trabajando; porque en realidad son profesiones que evolucionan mucho con el tiempo; que alguien te pueda decir ‘no pensaba que esto fuera a ser súper creativo’; vincularlo más con el mundo real y entender la pasión, porque en las profesiones creativas, una constante que se debe dar es que haya pasión.


Y luego también, que me hubieran enseñado que hay muchas formas de aplicarlo. Por ejemplo, en la facultad, cuando venía alguien solo nos hablaban de las grandes agencias publicitarias, pero realmente el universo es muy amplio: había pequeños estudios, departamentos de comunicación o de diseño dentro de las empresas, pero parecía que solo te preparaban para trabajar con la gran agencia y formar parte de un equipo de grandes creativos, era algo completamente ajeno para mí.


¿De ahí surge vuestra filosofía de trabajo en La Nave Nodriza?


Tenemos un lema que es: «En La Nave Nodriza no se estudia, se aprende». Queremos que el paso por La Nave no sea una experiencia de estudio —que es de lo que yo salí espantada de la facultad—, sino que sea práctico, que el aprendizaje sea a través de la experiencia.

«Eso también tiene que ver con que el diseño es una metodología de proyecto; no vale con que te lo cuenten». En La Nave pasamos una y otra vez por las distintas fases del proyecto haciéndonos las preguntas adecuadas. Lo que hacemos es acompañar esas experiencias de aprendizaje y estar al lado de cada estudiante —más aún teniendo en cuenta que cada persona es distinta— para ayudarle e ir acompañándole.


Ahora que se han puesto de moda las competencias del siglo XXI, cuando en La Nave Nodriza vemos la lista, nos parece gracioso, porque está muy en nuestro ADN: el trabajo en equipo, las habilidades de comunicación y poder hablar de diseño, el pensamiento crítico y la creatividad, son aspectos que tenemos presentes como una manera diferente de aprender. Y ahí me refiero a productos con servicios tipo Uber, Cabify, Booking, Airbnb, etc. y cómo impactan en la sociedad, en la economía, en las leyes, en la comunicación en las ciudades, ente otros aspectos.

En diseño digital hay una tendencia –quizás errónea— a pensar en el lenguaje de programación y en aspectos puramente abstractos. Sin embargo, vosotros habláis de un aprendizaje artesanal y humano, donde se trabaja con las manos. ¿Cómo se conjuga ese lado tecnológico con el más humano?


Si lo piensas el producto digital es muy artesanal; no hay dos iguales, no se pueden reproducir en masa. Ya sea una app, un cajero, un tótem o el software de una tele, cada producto digital es diferente y es único. Y esto quiere decir que antes de pintar la interfaz o pintar la pantalla —incluso hay productos digitales que van por voz, es decir, que ya ni si quiera tienen la parte gráfica— hay todo un proceso que también es de diseño que tiene más que ver con comprender cuál es el problema, el contexto, cómo se va a utilizar, quién lo va a utilizar, en qué momento lo va a utilizar, cuál es la finalidad de uso, etc. e ir dando los pasos necesarios hasta llegar a un listado de contenidos y funcionalidades que tienen sentido para el usuario.

Esto es lo que nosotros llamamos metodologías de diseño centrado en las personas. Y lo mejor es que no hace falta la tecnología para hacer todo esto. Trabajar sobre la pantalla es el final del proceso.


Los que nos dedicamos al diseño de productos digitales con perspectiva humanista, lo que hacemos en las mesas de decisiones para hacer proyectos digitales —está la parte de negocio, marketing, comercial y ventas por un lado, y está la parte tecnológica que te dice si se puede o no se puede hacer—, lo que hacemos los diseñadores con estas metodologías es traer la visión del usuario también a esa mesa de decisiones. Por eso tiene mucho que ver con el pensamiento crítico y con la etnografía. Es decir, no podemos ir en contra de las necesidades y de la soberanía real de las personas —y eso es lo que yo criticaba de la publicidad—. No queremos crear necesidades que la gente no tenía, sino que se trata de responder con diseño a las que ya existen.


En La Nave Nodriza hay dos cursos centrales: Diseño Estratégico y Diseño de Interacción, cuyo eje común es el UX. ¿Por qué esta diferenciación?


Cuando yo empecé la palabra UX no existía, pero se hablaba de experiencia de usuario. Con el paso del tiempo, a medida que la profesión se ha ido popularizando también se van definido más competencias que son más útiles en el proceso de diseño. Por eso, aunque se habla de un programa global de Experiencia de Usuario, cada curso se centra en un momento más preciso del proceso.


El de Diseño Estratégico está más orientado a las fases iniciales del proyecto, donde todo está mucho más indefinido, hay incertidumbre y se están tomando decisiones a un nivel estratégico. Y el Diseño de Interacción tiene mucho más que ver cuando ya se ha definido la solución y entra más en detalles de reflejar cómo es esa interacción.


Pinchas en un sitio, eso te lleva a otro lado… es un flujo, una interacción como si se tratara de una conversación. Tiene mucho que ver con lo que se ha definido previamente, pero aquí ya estamos en la parte de lo tangible.

¿A qué perfil se dirige cada uno de estos cursos?


Lo ideal sería que los diseñadores de producto digital pasaran por el proceso completo. Sí es cierto que en estos cursos hacemos procesos de selección, pero no porque seamos elitistas ni por buscar a nadie en especial, sino porque intentamos formar grupos de aprendizaje que sean multidisciplinares y donde estén representados todos los perfiles que vienen el proceso global del diseño de producto digital. Es decir, buscamos que el grupo sea rico, porque sabemos que en el aprendizaje de adultos se aprende tanto de tus compañeros y compañeras de clase como del profesor o quien viene a darte esa clase.


En La Nave fomentamos todo eso. Puede haber desde periodistas, sociólogos, psicólogos a gente de marketing. Por ejemplo, la parte inicial de los proyectos se le da muy bien a la gente que viene de perfiles de humanidades y estratégicos —gente de marketing, dirección de empresas, comunicación, sociología…—. Toda esa primera parte está muy orientada a esos perfiles. Y luego, la segunda parte del final del proceso está dirigida a perfiles más técnicos —diseñadores, programadores, ingenieros, informáticos…—.


El curso de Diseño Estratégico está muy bien para la gente que lleva muchos años trabajando y tiene una trayectoria profesional amplia, pero no conoce el producto digital. Es gente que está acostumbrada ya a la gestión de proyectos, que tiene ya integrada una metodología de diseño. Y el Curso de Diseño de Interacción está más dedicado a gente que quizás tiene poca experiencia profesional, pero tiene un grado de diseño gráfico o ha hecho algo de programación, etc.


Has vivido la experiencia de ser la única diseñadora en una empresa de más de mil trabajadores. ¿Sigue siendo así? ¿Existe una prevalencia de hombres respecto a mujeres en el mundo del diseño de productos digitales?


Me encanta que me hagas esa pregunta porque ahora, ya directamente, en La Nave nos declaramos feministas. Estamos muy sorprendidas de que, supuestamente, siendo un sector progresista, una profesión nueva, que hemos creado entre todos en los últimos 20 años, donde a nivel profesional hay bastante paridad entre hombres y mujeres, sin embargo, sigue siendo un sector en el que hay pocas mujeres con cargos de responsabilidad real.


Por el boom que hay del UX, se está generando un mensaje erróneo en la formación de la disciplina que viene a decir ‘aprende UX en tres meses y tira millas’. Nosotras en La Nave Nodriza tenemos una visión mucho más humanista, centrada en el propósito. Los retos de diseño que planteamos para que los alumnos realicen los proyectos parten siempre de los ODS, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Es decir, si tenemos la oportunidad de crear desde cero el mundo del proyecto digital, ¿por qué vamos a hacer lo de siempre?


En nuestros grupos de estudiantes, además de buscar que haya una variedad de perfiles, también buscamos que haya un equilibrio de género. En cuanto a profesores, ya hay más mujeres que hombres dando clase y mentorizando. Y además solemos tener paridad o más alumnas que alumnos.


¿Cuál es tu mayor reto como capitana de La Nave Nodriza de cara al futuro?


Tiene mucho que ver con lo que estábamos hablando de que se ha popularizado mucho esto del UX. Cuando empezamos con La Nave Nodriza éramos un poco outsiders en el mundo del producto digital. Ahora es una profesión de moda y eso significa que se está trivializando mucho. Para mí, el reto de La Nave sigue siendo diseñar tecnología teniendo en cuenta a las personas y el planeta. Además, me encantaría que La Nave Nodriza siga creciendo, desarrollando un ecosistema en el que apoyamos iniciativas profesionales que surgen de los estudiantes que van terminando los cursos, y que a la vez alimentan a la escuela. Es algo que ya estamos haciendo y espero seguir haciéndolo.

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